La soledad no deseada afecta a todos los ámbitos de vida de la persona mayor. Se trata de un riesgo de aislamiento social no visible y difícil de apreciar.
En 2040 España encabezará el ranking mundial de naciones más saludables, con un promedio de vida útil promedio de 85,8 años, lo que supone un ascenso desde el cuarto lugar que ocupó en 2016, con una vida útil media de 82,9 años, según datos de un estudio publicado en la revista « The Lancet» realizado por el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud (IHME) de la Universidad de Washington (EE.UU.)
Por lo tanto, la población de personas mayores es cada vez más numerosa y, como sociedad, afrontamos un cambio nuevo; el de no saber cómo actuar ante una realidad abrumadora: la población de personas mayores es cada vez más alta con respecto a los jóvenes.
Nuestra vida se alarga, pero ¿ con calidad de vida ? El cambio en el ámbito familiar y laboral, las dificultades de conciliación familiar han revolucionado las dinámicas familiares más tradicionales.
En la actualidad existen muchos casos de soledad no deseada por parte de las personas mayores. «La crisis económica sufrida en los países occidentales desde 2008 ha hecho que se modifiquen, entre otras, las políticas relacionadas con las situaciones de dependencia, salud, vivienda y pensiones, ámbitos todos ellos relacionados con las personas mayores de ochenta años. Todos estos cambios han tenido efectos sobre el bienestar y tranquilidad de las personas mayores»
¿ Qué es la soledad ? Según los expertos en psicología, la soledad es el sentimiento que aparece tras la percepción de no formar parte de nada ni de nadie, de que algo en el interior está vacío, aislado. Las personas que experimentan soledad describen una sensación de estar desconectadas del mundo, sin objetivos ni rumbo, con una vida carente de sentido, sin posibilidades de poder identificarse con los demás.
Se pueden distinguir cuatro tipos de soledad, según la escala Este-R de la Universidad de Granada (2009):
– Soledad familiar: se produce cuando hay una falta de apoyo de la familia o cuando la persona mayor no percibe el apoyo como idóneo. Así pues, puede darse tanto si la persona mayor no tiene familia como si la tiene pero la valoración que de ella hace no le es óptima.
– Soledad conyugal: se da cuando hay una ausencia de sentimiento de amor en la pareja, ya sea porque la relación no es adecuada, ya sea porque se ha producido la pérdida de la pareja. Este último hecho se convierte en un momento vital de mucha importancia en la etapa final de la vida, debido al impacto emocional que supone y la gran dificultad de vivir con la ausencia del ser querido.
– Soledad social: se produce cuando hay carencias en las interacciones de las relaciones sociales de la persona mayor. A menudo pueden producirse reacciones de retraimiento por parte de las personas mayores que son consecuencia de sus valoraciones.
– Crisis existencial: proviene de un conflicto en la autopercepción de la persona. Cuando la persona mayor piensa o siente que no vale la pena seguir viviendo o que no encuentra el sentido para ello. Se da con frecuencia tras producirse una pérdida importante, bien de autonomía o de salud, o bien la pérdida de un ser querido.
Las consecuencias de la soledad son muy negativas para la salud de la persona; aumento de riesgo de padecer enfermedades coronarias y cardiovasculares, o incluso la afectación de los sistemas neuroendocrino e inmunológico.
Desde Iguales luchamos contra la soledad de las personas mayores con el fin de de lograr un envejecimiento activo y el derecho de la persona a proteger su proyecto de vida digna, con amor y en compañía, si así lo desea.